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Sobre este blog

Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.

El espejismo del 'procés'

Javier Pérez Royo

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Sobre este blog

Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.

El procés no ha muerto con el resultado de las elecciones de este pasado domingo, porque nunca ha estado vivo. Ha sido un espejismo, una suerte de ilusión óptica que se ha desvanecido al entrar en contacto con la realidad. No ha habido ni un solo minuto en que el procés haya supuesto un riesgo para la integridad territorial del Estado. Ha habido manifestaciones espectaculares después de que se hiciera pública en 2010 la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la reforma del Estatuto de Autonomía y en las Diadas de los años posteriores. Hubo dos referéndums aparentes, el 9 de noviembre de 2014 y el 1 de octubre de 2017, que fueron en realidad dos ejercicios del derecho de manifestación disfrazados de referéndum.

Se convocó a los ciudadanos para que depositaran una papeleta en una urna, pero la convocatoria se produjo sin ninguno de los requisitos jurídicos que se exigen para que pueda considerarse un referéndum. Su impacto político fue notable, sin duda. Su valor jurídico, nulo. Los propios convocantes del referéndum lo tuvieron que reconocer al hacer una declaración de independencia de ocho segundos de duración. La foto de la señora que pasa del éxtasis a la decepción sin solución de continuidad tras la proclamación seguida de la negación de la declaración de independencia es un ejemplo insuperable del axioma de que una foto vale más que mil palabras.

El procés ha existido por la incapacidad del Gobierno con mayoría absoluta presidido por Mariano Rajoy de negociar con un Gobierno de la Generalitat presidido por Artur Mas. Fue la cerrazón interesada de Rajoy mientras dispuso de mayoría absoluta, es decir, entre 2011 y 2015, la que impulsó el avance del procés. Es posible que pensara que con dicha cerrazón se garantizaba en 2015 la repetición de la victoria de 2011. Pero no sólo no fue así, sino que desde 2015 el PP dejó de tener el monopolio de la representación de la derecha española, que perdió, además, la mayoría parlamentaria.